En el siglo XIX se popularizó por todo Aragón una modalidad de carrera a pie cuyo nombre hacía referencia
a la recompensa con la que se premiaba a los vencedores: era la denominada corrida de pollos.
Este festejo, que atraía a los pueblos a los mejores corredores en cada época, tenía una gran carga ritual: Los pollos
eran bendecidos o sacados en procesión, las autoridades locales presidían la carrera y la música contratada para las fiestas
acompañaba a cada vuelta el paso de los corredores y jaleaba, acelerada, la llegada a la meta con unas tonadas que fueron quedando fijas,
como señas de identidad de cada lugar en forma de dianas, rondaderas, rumbas, toques, pasodobles o bailes.
El músico José Pepín Banzo, de la Orquestina del Fabirol, ha recopilado 16 de ellas en un cedé titulado
Música de las Corridas de Pollos en Aragón editado por la oficina de la Asociación para las Naciones Unidas en España,
con el Ayuntamiento de Zaragoza y presentado ayer en el Centro Cívico San Jorge, del Arrabal.
El organismo mundial, en su programa de mediación postconflicto, apoya el deporte y la tradición musical
de los pueblos como cauces de sensibilización social y de paz.
Desde la tonadilla de la carrera de Albalate de Cinca con que se abre, el disco recoge las melodías propias de Pancrudo,
Belchite, Daroca, Villafranca, Cimballa, entre otras localidades, así como temas comunes como La cebolla,
para celebrar jocosamente el premio no plumífero que se otorgaba al cuarto clasificado,
o el pasodoble con el que el vencedor abría el baile vespertino en la plaza con la moza que él eligiera.
La carpeta del disco va ilustrada con fotografías de distintas épocas y contiene un pequeño libro en el que José Antonio Adell y Celedonio García,
que son corredores, profesores y coautores de varios libros temáticos sobre leyendas y costumbres rurales aragonesas,
explican los rituales, los escenarios y los protagonistas de las corridas de pollos.
HISTORIAS PARA NO OLVIDAR
Se inicia el relato con la Visita de Luesia, de 1804, en la que el obispo prohíbe bajo excomunión las carreras,
por el atuendo ligero de los participantes y recoge pregones satíricos recomendando la colocación de imperdibles delanteros en los calzones.
Varios pintores aragoneses captaron la intensidad del momento durante la disputa de las carreras: Francisco Marín Bagüés
realizó en 1953 el óleo Carrera de pollos según un boceto de 1913; también Juan José Gárate y Julio García Condoy plasmaron ese tema costumbrista.
La historia de las corridas de pollos se ha ido llenando de nombres como los hermanos Magén conocidos como los de Montañana,
o el gran Dionisio Carreras, de Codo, noveno en la Olimpiada de 1924 en París y vencedor en su duelo personal contra Ignacio Latorre,
de Santalecina, en 1928. Zaragoza recuerda a Mariano Bielsa Chistavín de Berbegal, que ganó en la Plaza de Toros al gran corredor italiano Bargossi.
Las melodías de los pollos adoptaban ritmos cabalgantes que animaban a correr.
Pepín Banzo homenajea en su disco al dulzainero de Alcañiz, Noel Valdés, y al tamborilero, José Alejos El Pepinero;
a Mariano Capapey, el gaitero de Villafranca, o a Camilo Ronzano, entre otros intérpretes tradicionales.
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