Recuerdo a Dolores, la de Calatayud.
Interpretes Compañia Teatral y Folclóica Alegría de Aragón
Producción ejecutiva y cordinación Angel Aznar
Producción Atistica Javie Sanz
Grabado en estudios Kiko´s ingeniero de sonido Juan José González
Mezclas Juan José González y Javie Sanz
Mastering, master digital Cristina González
Diseño Dos+2 Fotomecánica/tratamiento de imágenes Jal
Editado por Angél discos
Distribuido por Producciones CVR music
Los temas del CD 4,7,8,10,12,14,16 estan extraidos del libro del autor D. Antonio Sanchez Portero,
titulado ¨La Dolorres¨en copias, canciones y poemas, muchas gracias por la información.
Intervienen:
Cantadores:
Raquel Pastor
Conchita Miguel
Lourdes Mifguel
Ana Celia Gil
Maria Pilar Bosqued
Vicente Olivares
Rondalla:
Laúd:
Javier Sanz
Bandurrias:
Javie Sanz
Jorge Aznar
Guitarras:
José Dionisio Marques
Daniel Aznar
Castañuelas:
Isabel Dediego y Oscar Diaz
La Dolores de Calatayud, Historia:
Se llamaba María de los Dolores Peinador Narvión, nacida en Calatayud el 13 de mayo de 1819 en el seno de una familia de tres hermanos, cuyo patriarca era teniente de los Reales Ejércitos, abogado de la Audiencia de Zaragoza y Juez de Primera Instancia. No fueron cordiales las relaciones entre los hijos de este ilustre señor, quien enviudó y volvió a contraer nupcias. Resulta que su primera mujer había dejado una cuantiosa herencia, que don Blas Peinador se negaba a entregar a sus descendientes; la parte que le correspondiera a cada uno, por supuesto. El varón acabó dando con sus huesos en la cárcel, desesperado por no ver ni un duro de los muchos que le correspondían, y sus dos hermanas, fuera del hogar, sentíanse doblemente huérfanas, engañadas por su padre, y sin medios para subsistir. Y entonces, la primogénita, que era Dolores optó por casarse con el primer hombre que la pretendió, un ex teniente granadino, de nombre Esteban Tovar.
Ella era alta, rubia, de ojos azules, muy elegante. La boda se celebró en Zaragoza: con veinte años la novia; el novio cinco años mayor. Fijaron su residencia en Calatayud, la patria chica de Dolores. Mediaba el siglo XIX y el matrimonio alternaba con lo mejor de la buena sociedad bilbilitana. El marido encontró trabajo como secretario del Ayuntamiento. Fueron llegando los hijos al feliz hogar, cuatro en total. Pero como en el litigio contra el padre de ella fueron gastando gran parte de su patrimonio, con el añadido de que habían adquirido a sus dos hermanos la parte de la herencia que les correspondía, las necesidades comenzaron a aparecer, originando la lógica preocupación de aquella familia. Esteban Tovar fue poco a poco renunciando a sus deberes de esposo, alejándose cada vez más de su mujer.
Dolores Peinador entró en un periodo de desazón por el abandono de su marido. Su comportamiento ya no fue igual entre sus conocidos. No estando comprobado que en ausencia de Esteban ella le fuera infiel, tampoco se sabe a ciencia cierta qué hizo para que a su alrededor comenzaran las murmuraciones. Fue cuando alguien dio en inventar una copla en la que Dolores era aludida poniendo en tela de juicio su honor. ¿Qué pudo ocurrir? No hallando amor en su marido, ni siquiera comprensión, aguantando los agravios de su padre que no cedía con la herencia, pudo haberse entregado a otro hombre. Pero es una suposición, las investigaciones no corroboran esa posible conducta de ella.
Como mujer ¿precisaba de encuentros adulterinos para mitigar la soledad que le producía la ausencia constante de su esposo? Insistimos que son cuestiones ya imposibles de dilucidar. Entonces, ante aquellas miradas y chismorreos del vecindario, Dolores se enfrentó a su marido y decidieron dejar Calatayud para siempre en tan crítica situación, marchando con su prole a Madrid. Era el año 1850 y encontraron un piso de alquiler en la calle de la Ballesta (calle luego, lo que son las cosas, que alcanzaría fama por ser centro de prostíbulos y bares de copas). Dolores enviudó. Sus últimos años fueron en calidad de criada en el palacio de los Marqueses de Altamira, calle de Flor Alta número 8, casi esquina a la Gran Vía con San Bernardo. Tenía setenta y cinco años cuando dejó este mundo el 12 de agosto de 1894, siendo enterrada en el cementerio de la Almudena.
Lo que está claro, haciendo recuento, es que en el añejo drama de Felíu y Codina, en la ópera de Bretón, en tantas y tantas otras obras, y en las películas, aparece una Dolores sirviendo en un mesón, y aguantando las maledicencias de un novio despechado. Cuando queda dicho que la verdadera Dolores, aunque pudiera haber cometido algún desliz, no responde a la identidad de aquella ficticia mesonera; que la engañó su padre, que su marido no le hacía caso, pero que fue madre de sus hijos y pudo mantener aquel matrimonio, a trancas y barrancas, hasta enviudar. Eso sí: en Calatayud, fue objeto de vileza e infamia. Y el propio autor de esas investigaciones sobre Dolores Peinador, confesaba haber sido violentamente amenazado por sus propios paisanos. Y aquella denostada Dolores de la copla ya pasó a ser una heroína, en expresión de Sánchez Portero, quien añadía: "… ahora es sagrada, intocable y ha pasado a ser hija predilecta de la ciudad".