Intérprete: Orquesta de Cámara del Auditorio de Zaragoza “Grupo Enigma”
Discográfica: ARSIS
Son muchas las veces que hemos escuchado la afirmación aquella de “el tiempo le dará la razón”.
En el ámbito artístico esta afirmación viene a significar que el paso del tiempo es el encargado de decidir
cuándo un trabajo se convierte en obra de arte. Desafiando a éste y a la razón crítica del público
los musicólogos nos obcecamos en recuperar obras antiguas u olvidadas a las que el devenir
de la historia no ha tratado como se merecen, o eso pensamos nosotros.
Un llamativo caso de compositor desprestigiado por el paso del tiempo es Paul Hindemith.
Ya en vida, las cosas no le fueron fáciles y tras su muerte pocas de sus obras han superado el olvido.
No existe una única razón para ello, sino que son varios los factores que unidos han provocado
que la historia pase con indiferencia ante las obras maestras creadas por este excelente músico.
Como artista alemán pronto recibirá ataques por parte del régimen nazi,
hasta el punto de llegar a engrosar la “incuestionable” lista de músicos degenerados,
hecho que le obligaría finalmente a exiliarse en Estados Unidos siguiendo los pasos
de un sinfín de compatriotas suyos como Korngold, Schönberg, Kurt Weill y otros tantos.
Su música tampoco contó en demasía con el favor de compositores contemporáneos.
Fue visto como demasiado conservador por los vanguardistas y excesivamente frío por los más tradicionales;
quizás por acuñar los términos de Gebrauchmusik (Música utilitaria) y Hausmusik (Música doméstica)
para sus propias composiciones, o por su deseo de comunicarse con un público que,
al igual que las corrientes musicales del momento, sufría una aguda crisis de identidad.
Fue criticado tanto por componer de una manera productiva –“compone como respira”– como
por inventarse un método propio expuesto en su tratado teórico El arte de la composición musical
y desarrollado en la obra Ludus Tonalis.
De las obras que conforman este disco, Der Dämon (El demonio) es un ballet para orquesta
que incluye toda la inventiva y el ardor del entonces joven compositor en su periodo de “vanguardia”.
Toda la obra se mueve entre el desenfreno heredado de los ballets de Stravinsky,
compuestos en la década anterior –la Tanz des Dämons (Danza de los demonios)
y la Tanz des Giftes (Danza del veneno) nos despiertan inevitablemente recuerdos de La consagración de la primavera–,
los restos del expresionismo alemán –la Tanz der geängsteten Schwalben (Danza de las alondras asustadas),
con una audible influencia del Pierrot Lunaire de Schönberg, estrenado diez años antes–
y la anticipación de un neoclasicismo que aún estaba por aparecer –
la flauta de la Tanz der bunten Bänder (Danza de las cintas de colores)–
aunque en Hindemith se trate más de un afán por establecer el orden que una sentida vuelta al pasado.
La obra toma el argumento de un libro de Max Krell, claramente expresionista,
que se presta perfectamente para una pantomima de baile. La música, de vena neoclásica,
en ocasiones con carácter percusivo y de naturaleza primitiva, está salpicada de momentos líricos
que hacen alusión a Noche transfigurada de Schönberg y a los últimos trabajos de Richard Strauss,
estableciendo una atmósfera hipnótica que mentalmente le llevan a uno a pensar en el cine mudo expresionista.
La Orquesta de Cámara del Auditorio de Zaragoza, dirigida por el maestro Juan José Olives,
desarrolla una excepcional precisión mediante una violencia controlada que mantiene la intensidad
de la partitura como se puede evidenciar en la Tanz der Brutalität (Danza de la brutalidad)
y en la Einleitung (Introducción) del segundo cuadro. La sublime Tanz des Schmerzen (Danza del dolor)
nace de las tinieblas de la cuerda sostenida posteriormente por el piano para ampliarse
en una esplendida gama de tutti agonizantes, en una de las partes más intensas de la obra,
y probablemente, el punto culminante de todo el ballet.
Completa el álbum la número 2 de las Kammermusiken una serie de conciertos para orquesta de cámara e instrumento solista,
desde una óptica cercana al neoclasicismo –más vinculado a la composición de obras “a la moda”
que a la influencia real de Stravinsky, el principal representante de esta corriente– y contemporáneas
al estreno del ballet Der Dämon.
La Kammermusik Nº 2 es un breve concierto para piano y orquesta de cámara o, visto desde otra perspectiva,
un “concierto para piano obligado y diez instrumentos solistas” como el propio autor subtitula la pieza.
El primer movimiento comienza con un acorde de la pequeña orquesta pero inmediatamente
el piano roba el protagonismo, como solista que es, y ejecuta una especie de toccata
que ocupará el desarrollo de todo el movimiento. En el segundo movimiento se nos muestra
el dominio del contrapunto por parte del compositor. Se inicia con un oscuro pasaje a cargo del grupo instrumental
al que se suma el piano llegando a recuperar de nuevo el protagonismo de solista.
El tercer movimiento es un breve pasaje para piano respondido, en contadas ocasiones,
por los instrumentos de viento. El Finale es enérgico y dinámico, donde la orquesta parece recuperar
parte del protagonismo que hasta ahora había logrado solamente el piano,
moviéndose en una singular fuga que demuestra el control formal del autor.
La pianista Mª Teresa Pérez Hernández defiende un toque continuo y percusivo,
ideal para una música que exige precisión de orfebre.
En definitiva, una adecuada puesta en pie de un par de partituras del maltratado Hindemith
dignas de dar a conocer, y en el caso del ballet, de resucitar algún día para la escena.
http://www.jugarconfuego.es/hindemith_enigma.html
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