Hasta 1.937 en Zaragoza no existían Cofradías Penitenciales tal y como hoy las conocemos.
La Muy Ilustrísima, Antiquísima y Real Hermandad de la Preciosísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo
y Madre de Dios de Misericordia, más conocida como la Hermandad de la Sangre de Cristo,
era la encargada desde siglos atrás de la organización de los actos de Semana Santa consistentes
principalmente en la llamada Procesión del Encuentro y la conocida Procesión General del Santo Entierro.
En esta Procesión del Santo Entierro, al igual que en la actualidad, participaban todos los “pasos”
representando diversas estaciones de la Pasión de Cristo. Dichos pasos eran portados, primero a hombros,
luego sobre ruedas, por grupos católicos voluntarios más o menos aglutinados en torno a una asociación católica,
a un gremio profesional, etc. Estos voluntarios acudían año tras año a la Iglesia de San Cayetano
y bajo la dirección de los hermanos de la Sangre de Cristo colaboraban en la realización de la Procesión del Santo Entierro.
En 1.935 la tensión política y las dificultades por las que atravesaba el país hacían muy difícil
la organización de la Procesión. (durante los años anteriores, desde 1.931, había estado suspendida).
Faltaban voluntarios para llevar los pasos e incluso se hizo explotar una bomba durante la procesión
que originó una gran confusión.
Todas estas dificultades debieron ser vencidas con mucho entusiasmo y este mismo entusiasmo
fue el que llevó a varios de los jóvenes que habían conseguido sacar la procesión adelante,
pese a las dificultades, a reunirse días más tarde con el fin de cambiar impresiones y replantarse
el modo de llevar a cabo la organización de la procesión en años venideros.
Entendían que no se podía improvisar y que había que mejorar de cara al futuro.
Fue así como surgió la idea de formar una Cofradía que debería ser filial de la Hermandad de la Sangre de Cristo.
En 1.936 estalló la Guerra Civil y sería por fin en la cuaresma de 1.937 cuando los Beltrán,
Herrando, Sanvicente, Peclós, Zaldívar, Sanz, Morón, Baquedano, Sales, Montserrat, Bastero,
De Diego, Guallart y algunos más, animados por el primer Consiliario, Don Leandro Aína,
lograron la fundación de la Cofradía de Nuestra Señora de la Piedad.
Había nacido la primera Cofradía Penitencial de Zaragoza, filial de la Hermandad de la Sangre de Cristo.
La fundación de la Cofradía de Nuestra Señora de la Piedad serviría de estímulo y modelo
para el surgimiento de otras cofradías y hermandades que, guiadas por el mismo espíritu penitencial,
conseguirían revitalizar una Semana Santa que atravesaba por serias dificultades.
A la Cofradía de Nuestra Señora de la Piedad seguirían las de la Entrada de Jesús en Jerusalén
y la de Jesús Camino del Calvario (1.938), la de las Siete Palabras y de San Juan evangelista (1.940),
la del Descendimiento de la Cruz y Lágrimas de Nuestra Señora (1.940)…
El mismo año de 1.937 los primeros hermanos de la Cofradía de Nuestra Señora de la Piedad
visten el hábito diseñado por Don Regino Borobio tal y como lo conocemos en la actualidad,
y acompañan el paso de Nuestra Señora de la Piedad en la Procesión del Santo Entierro.
El día 15 de abril de 1.938, a las cero horas, saldría la primera procesión propia de la Cofradía
de Nuestra Señora de la Piedad. El día, la hora y el recorrido se han mantenido invariables
durante estos casi setenta y cuatro años de existencia; Iglesia de Santa Isabel, Manifestación,
Alfonso I, Coso, Plaza de España, Don Jaime, Plaza de la Seo y calle del Sepulcro hasta la iglesia de San Nicolás.
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