viernes, 15 de enero de 2021

JAVIER GAVIN-DEMOS

 


Javier Gavin. 

Me cuentan que, estando en la cuna, cuando lloraba, me acercaban una radio y mi llanto desaparecía. Lo más curioso es que no hacía falta que sonase música para ejercer en mi un efecto calmante, lo que más me gustaba eran aquellos extraños sonidos que generaban las antiguas radios cuando estaban mal sintonizadas. El paso de los años no mejoró la situación y ya recuerdo que de adolescente pasaba horas en las noches escuchando en la radio aquellas mezclas de melodías lejanas, ruidos y voces.....para mi, aquello tenía más sentido que las melodías simplonas que manejaban en las radios allá por los años 70. 

Comencé mis estudios de música a la edad de siete años, matriculándome un año después en el Conservatorio profesional de Zaragoza y terminando 
el antiguo grado medio ocho años más tarde como trompetista. 


Cuando tenía 13 años mis amigos necesitaban un batería para su banda de rock, y sin saber tocarla me contrataron (a cambio de fama) para emular a los grandes grupos de la época, aquello marcaría mi vida, pues la batería se convirtió en mi instrumento principal, guardé la trompeta y sólo la toqué 
en casa para desagrado de todos mis vecinos. 

Así fueron pasando los años y los grupos, sin darme cuenta había convertido la música en mi profesión, toqué en grupos de música clásica, rock, jazz, versiones (pachanga), folk, acompañe a solistas, cantautores, gente notable y gente que creía serlo, grabé discos, salí de giras....en fin lo que hace cualquier músico que se dedique a ello. No os aburriré con quién toqué, ni grabé, ni dónde, ni porqué, para mi nada de eso tiene importancia. 

En mi interior había una búsqueda.... me gustaba y me gusta pasar más tiempo escuchando los sonidos que la música. Cualquier cosa que suene es capaz de encandilarme con sus armónicos durante horas; el aire, unos tubitos de metal, un tubo de plástico, un motor, una chimenea que gira....para mi todo es música, todo tiene un mensaje, todo cuerpo inanimado o no, habla. 


Disfrutaba de esta afición mía por la música y los sonidos cuando fui presa de una enfermedad degenerativa y descubrí que también aquí el sonido iba a jugar un importante papel en mi vida y recuperación. Un día fui invitado por una amiga a un concierto de cuencos tibetanos, a pesar de estar aquejado de fuertes dolores accedí a ir, a los 20 min. de esos embaucadores sonidos los dolores comenzaron a desaparecer, así que después del concierto le compré a la concertista mi primer cuenco tibetano y decidí que eso es lo quería hacer, dar conciertos de cuencos. Pero....esto no podía quedarse así, investigue, leí, probé y comprobé lo que aprendía en mi cuerpo y en los cuerpos y emociones de quienes de una forma u otra confían en mi.... y me dediqué con pasión a ello.... y saqué conclusiones.... y me di cuenta de que me pasaría la vida haciendo esto...….y ESTO es lo que hago...… 




He estudiado y aprendido a tocar muchos instrumentos (con mayor o menor fortuna), en mi casa hay instrumentos de todo 
el mundo y he tenido una vida plena como músico. Pero hoy, en el atardecer de mi vida (como diría el Dr. Wayne Dyer) 
y embarcado en la difícil tarea de la búsqueda de la sencillez unos pocos cuencos o algún sencillo instrumento me son suficientes para sentir y transmitir toda la grandeza de la creación sonora..... 

Ojalá sea capaz de haceros disfrutar de la música y el sonido tanto como yo lo he hecho.